La mirada; deseo de mirar y ser mirado en las sociedades de control

Escrito por: Lilián González

Hoy todo quiere manifestarse y no sólo los individuos sino también, podría decirse, las propias cosas. Los objetos técnicos, industriales, mediatices, los artefactos de todo tipo quieren significar; quieren ser vistos, quieren que se les lea, que se les registre, que se les fotografíe. […] ya no es el sujeto el que representa al mundo, es el objeto el que refracta al sujeto y sutilmente, a través de los medios, a través de la tecnología, le impone su presencia, su forma aleatoria. Ya no es entonces el sujeto el que dirige el juego pues parece que ha habido un vuelco en la relación. (Baudrillard, 1998, p. 24)

El siguiente artículo se escribió a partir de mi tesis de maestría en el 2011, en ese entonces no era tan relevante como ahora a partir de la pandemia y el confinamiento. Los temas más sobresalientes son la necesidad de buscar la mirada del otro y la de mostrarse a los demás (ahora virtualmente) y finalmente esto me llevó a cuestionarme la virtualidad y los sistemas de control social.

La mirada a través de la pantalla

Al estilo Panóptico (sistema carcelario del S.XVIII a partir de la observación total de los prisioneros de Jeremy Bentham) se da el control social que va de los espacios públicos a los espacios privados y ahora en los hogares, estando visibles en cualquier momento para cualquiera. Una sociedad que se vigila a sí misma, que genera una mirada interiorizada, al sentirse el sujeto observado todo el tiempo y desde otra perspectiva, se encuentra el deseo de mirar y ser mirado; pulsión escópica desencadenada por el frenesí de lo visible.

rAndom International y Chriss O’shea

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rAndom international y Chris O’shea, Audience. 2009

rAndom international y Chris O’shea, Audience. 2009

Para ejemplificarlo, la obra rAndom International y Chriss O’shea, Audience, invade los espacios públicos con una instalación formada por 64 espejos del tamaño de una cabeza, colocados en el suelo y dispersados en una zona. Cada espejo está programado para moverse a partir del comportamiento de los individuos; de tal manera que los espejos parece que empiezan a cobrar  vida cuando captan a algún sujeto que les parezca interesante, seleccionándolo de acuerdo a sus movimientos.

Todos los espejos se sincronizan para mirarlo, la pulsión escópica es parodiada por los espejos que miran al público y el público busca ser mirado por los espejos, y a la vez verse reflejados en ellos. Se trata de una forma de evidenciar el deseo de la mirada, de ver y ser visto. Una especie de vigilancia en la que los usuarios parecen sentir agrado por la sensación de estar visibles y ser vistos y sentirse bajo el acecho de una mirada. Incluso el hecho de ser ignorado o desplazado parece molestar o incomodar a los transeúntes.

Me parece que esta obra se actualiza en las conferencias de Zoom, instagram en vivo, en las historias de Facebook y finalmente y cómo no imaginarlo en TIKTOK!, en donde buscamos ser vistos por los otros.

La propuesta analizada conduce a la forma que el filósofo Jean-Paul Sartre define la relación de ver y ser visto por otro como una relación que deja en evidencia la existencia a partir de la necesidad de ser visto.

« En una palabra, aquello a que se refiere mi aprehensión del prójimo en el mundo como siendo probablemente un hombre es a mi posibilidad permanente de -ser-visto-por-él>>, a decir, a la posibilidad permanente, para un sujeto que me ve, de ser sustituido por el objeto visto por mí. […] pues el hombre se define con relación al mundo y con relación a mí «. (Sartre, 2006, p. 164)

El “ver-al-otro y el ser-visto-por-otro” es para Sartre lo que hace al hombre consciente de su existencia. Es por este vistazo, por la mirada que mi existencia se presenta en el mundo. Los objetos de los que habla Lacan nos miran y nos punzan, mientras que Sartre expone a la mirada como una mirada sin distancia y al hombre como objeto. Lo importante en este sentido es que la distancia de la mirada se anula y nos toca. Puede ser que el hombre busque esta mirada para construir su existencia en la presencia del otro y encontrar su ego, o puede ser que esa mirada la quiera evadir por vergüenza de su existencia, de ser juzgado.

Marie Sester

Marie Sester, Access

En otra propuesta artística como la de Marie Sester, en su obra  «Access» podemos ver la parodia de los sistemas de control y el deseo de la mirada. El individuo se centra en su trabajo, la instalación presenta el uso de la web (usuarios en televigilancia sobre su instalación), la computadora, el sonido y un spot de luz para captar a los transeúntes en el espacio público; los usuarios de la web buscan en el espacio de la instalación a un individuo que se convertirá en “el blanco” (en el objeto) al que irá dirigida un spot de luz que lo seguirá de forma programada. El robot de luz automáticamente sigue al individuo mientras se emiten enunciados que enfatizan la captura, como: Detente, muestra tus documentos, entretennos, haz un performance, etc. Los individuos que son perseguidos con la luz no saben quién los está siguiendo o la razón por la que fueron seleccionados, nadie les da ninguna advertencia. En esta obra se recrea la videovigilancia, como un llamado a tomar conciencia de las implicaciones de la vigilancia, de la detección y su impacto en la sociedad.

«Pero la vergüenza, […] es vergüenza de sí, es reconocimiento de que efectivamente soy ese objeto que otro mira y juzga. No puedo tener vergüenza sino de mi libertad en tanto que esta se me escapa para convertirse en objeto mirado.»  (Sartre, 2006, pp. 166,167)

Del cine a la virtualidad y las transmiciones en vivo

El tiempo en el cine transcurre y se fractura de forma irreal,  lo que sería para José Luis Brea el concepto de un «tiempo expandido»  que precisamente marca el rompimiento de la representación, en donde la imagen estática que se tenía en las obras de arte clásico que carecían de tiempo y movimiento, el cine se lo otorga. La fotografía queda obsoleta, el espectador y el artista buscan  tocar lo real, y romper la estaticidad de la imagen, a partir de lo cual la imagen será una imagen-tiempo. La llegada del cine marca una nueva visibilidad en el arte junto con la narración y su representación.

«‘la persistencia retiniana del veinticuatroavo de segundo’, hasta ese momento el hombre no había podido ni siquiera concebir el tiempo de la representación. O, digamos con más precisión, no había podido concebir el tiempo de la representación sino como pura estaticidad». (Brea, p. 10)

Nuestra actualidad es la de vivir dentro de un film, en el que el tiempo y distancias globales se han reducido a una pantalla. Telepresencia y omnipresencia, ¿Qué significa la virtualidad en un tiempo en el que todas nuestras relaciones se reducen a la pantalla?

¿Es la pantalla de la videoconferencia una veladura para el contacto de la mirada?, me parece que la mirada puede atravesar la pantalla y tocarnos, como imágenes punzantes, pero con la magia de poder desaparecer en cualquier momento al quitar la cámara o simplemente desconectarse. El desenfrenamiento de webinars, transmisiones en vivo en Facebook o instagram, evidencían la necesidad de querer mostrarnos ante la mirada de los otros. Nos hacemos presentes al ser vistos por “el otro en pantalla”, parafaseando a Sartre, las personas se definen con relación al mundo y con reación a mí. Estamos frente a un frenesí de lo visible, de querer ser visto y mirado, para entonces definirme como ser frente al mundo.

La virtualidad en la que vivimos nos hace desaparecer en cuanto apagamos la cámara y el micrófono, podemos salir y entrar en los webinars cuando nos da la gana o cuando te “tropiezas” con esas sesiones en vivo de personas que buscan ser miradas o mostrarse. El espacio “televisivo en vivo” se implosionó y entró a todos los aparatos digitales y cualquiera puede hacer su transmisión en vivo, sin guión, sin edición, sin postproducción, pura improvisación, degradando y llevándose a su paso lo curado, lo “bien pensado”, lo preparado.  

Lo virtual

Parece que las velocidades y aceleraciones de lo virtual causan un efecto de inmovilización, por lo que la idea de moverse físicamente para estar en otro lugar ha cambiado, según Virilio. La luz es la que se mueve por nosotros y logra llegar a todos los lugares del mundo para saciar este capricho universal de omnipresencia, las distancias parecen perder sentido y nos movemos virtualmente a diferentes lugares. Se ha pasado del cable eléctrico, a la fibra óptica y a la transmisión satelital, que permite que todos los datos puedan viajar y que los sujetos se vuelvan telepresentes en el lugar que deseen.

Sobre la virtualidad del espacio, Baudrillard advierte que el mapa es el que precede al territorio, ya que no hay distancias que limiten a las ciudades del centro y de los suburbios. El sujeto se encuentra perdido en este espacio, de ahí la necesidad de mapas cognitivos que le permitan ubicarse en el espacio como individuo. Así como de la aparición de una serie de gadgets como Google earth y los GPS que se apiadan de esta desorientación del sujeto en el espacio, prótesis para un cuerpo que ya resulta “deficiente” en un mundo virtualizado, un cuerpo inútil que necesitará de wearables y prótesis para poder sobrevivir y que Donna Haraway ya advertía en su cyborg manifiesto en 1985. Pero, Qué es lo virtual?, según Pierre Lévy opone a lo actual, a aquello que existe en potencia pero no en acto. Este concepto de virtualización es algo que “tú lo tendrás” y que genera a partir del deseo la necesidad de vivir dentro de un espacio virtual y que lleva a las personas a querer generar estos espacios virtuales de deseo para el que mira.

«El árbol está virtualmente presente en la semilla. Con todo rigor filosófico, lo virtual no se opone a lo real sino a lo actual: virtualidad y actualidad sólo son dos maneras de ser diferentes « (Lévy, 1999, pp. 10-20)

Virilio comenta que  las imágenes instantáneas en tiempo real nos llegan en tiempo diferido, se trata de una copia de un espacio real en un espacio virtual que crea un efecto de simulación y alejamiento de lo real (Virilio, 1989) . La imagen que no precede al acontecimiento en las imágenes instantáneas, se aleja de los lugares creando un efecto de hiperrealidad al acercarlo tanto. Por ejemplo, en la realidad virtual y en la televisión en directo se encuentra un ocultamiento de la realidad en el que el tiempo instantáneo no logra empatar del todo con el tiempo real; el viaje ya no recuerda al espacio físico sino que ahora  habla de un espacio cibernético, una simulación espacio-temporal. Existe un uso y abuso de los medios electrónicos para devenires acelerados,  un desplazamiento en el mundo en instantes por una red invisible de carreteras electrónicas que nos llevan de un lugar a otro sin desplazamientos físicos.  Quizás valdría la pena preguntarse si estos acercamientos acelerados con el otro y con el planeta, aproximan al otro o  lo alejan más de él, tal vez se presenta una cancelación por su propio exceso como menciona Baudrillard, mientras acercamos lo lejano, alejamos lo cercano.

Parecería que estas velocidades y aceleraciones causan un efecto de inmovilización, la idea de moverse físicamente para estar en otro lugar ha cambiado, decía Virilio. La luz es la que se mueve por nosotros y logra llegar a todos los lugares del mundo para saciar el capricho universal de omnipresencia; las distancias parecen perder sentido y nos movemos virtualmente a los lugares. Pasamos del cable eléctrico a la fibra óptica y a la transmisión satelital por la que todos los datos pueden viajar; la velocidad y el movimiento disuaden como una especie de droga.

Los límites de las ciudades y los estados se han diluido, cita Virilio. Pero no sólo los de las ciudades sino también los de los espacios de exposición y los de las obras de arte. Nos encontramos en un momento en que el concepto de límite ha cambiado rotundamente y afecta a las instituciones y los lugares públicos, modificando de manera crucial la relación que tenemos con los espacios.

«¿Posee la metrópolis su propia fachada? ¿En qué momento la ciudad nos muestra su rostro?. […] Si la metrópolis es todavía un lugar, un sitio geográfico, ya no tiene nada que ver con la oposición clásica campo/ciudad ni con la de centro/periferia. La ciudad ya no está organizada en un estado localizado y axial».  (Virilio, 1991, p. 2)

Este mirar a través del otro recuerda el análisis que realizó Stoichita sobre obras como El Vía crucis, circa 1440, sólo que en este caso la mirada se invierte, ya que la obra contiene personajes que observan desde el fondo. Los personajes son espectadores que centran la atención del espectador y lo guían de forma sutil para mirar las diferentes escenas que presenta la obra; estos personajes que se encuentran en la escena miran desde el fondo del cuadro las diferentes escenas de la obra. De alguna manera, esto se relaciona con la realidad virtual, en tanto que los espectadores se convierten en esos personajes que miran desde dentro de la obra las diferentes escenas que se presentan y que ahora “somos” esos mirones que vemos en el balcón de la siguiente imagen, mientras abrimos tantas ventanas en nuestro buscador virtual.

Maestro dell’Osservanza, Via crusis

Estos espacios que ya no son los cerrados de los sistemas carcelarios, los vemos correr por la web, las redes sociales y lo que se libera en el ciberespacio; los hakers, y los nuevos sistemas de golpeo son los que trabajan por estos medios. La web aparentemente  dejaba un espacio de libertad, sin embargo actualmente los gobiernos la están tratando de frenar poniendo candados y buscando invadir incluso el ciberespacio, en tanto que los hackers han invadido los hogares y espacios privados, despertando el interés de los gobiernos por el poder de control que han conseguido estos colectivos. Se tiene por ejemplo, el caso de Teresa y Eva Matters quienes en una forma de protesta, han abierto las puertas de su privacidad en el proyecto Life sharing, que permitía entrar a su disco duro y tener acceso a su información con el lema: “privacy is stupid”. Además programaron un virus con el nombre de Bienale.py (py: phyntom, un virus de lenguaje de programación) en 2001. Se empezó a programar desde el pabellón esloveno, propagándose por el mundo, llegando a los hogares. Una vez creado este virus, se independiza y el desenlace es impredecible, la obra llega al espectador sin que él vaya a la obra.

Repensar el texto “Vigilar y castigar” de Foucault y “Las sociedades disciplinarias y de control” en Deleuze

La prisión se convierte en un lugar para codificar los cuerpos y modificar el comportamiento mediante una vigilancia continua, esto mismo se verá en los espacios urbanos, mediante la manipulación mercadológica, misma que  será  parodiada e ironizada por el arte.

«Procedimientos para repartir a los individuos, fijarlos y distribuirlos espacialmente, clasificarlos, obtener de ellos el máximo de tiempo y el máximo de fuerzas, educar su cuerpo, codificar su comportamiento continuo, mantenerlos en una visibilidad sin lagunas, formar en torno de ellos todo un aparato de observación, de registro y de notaciones, constituir sobre ellos un saber que se acumula y se centraliza”. (Foucault, 2002, p. 138)

Este encarcelamiento o encierro para clasificar y educar a los individuos, es el que se ve reflejado  en los nuevos viajeros del espacio virtual y la web, sujetos que no se encuentran en ningún sitio y están perdidos en los espacios. Virilio  relacionará a estos seres sedentarios con seres conectados continuamente por sistemas inalámbricos en sus hogares y oficinas, sin importar en qué lugar se encuentren, siempre estarán conectados. Tal vez la idea del nómada que viajaba todo el tiempo; en movimiento, deslocalizado y que no se encuentra en ninguna parte se perdió cuando la tecnología invadió prácticamente todos los espacios y el sujeto encontró la manera de estar siempre conectado a un lugar, convirtiendo al mundo en un espacio enclaustrado en el momento en que las comunicaciones se globalizaron y la noción de distancia se disolvió.

Este encierro en un mundo conectado y sin distancias Foucault lo visualizaba como moldes, módulos distintos, en el que  los controles son modulaciones, como un molde autodeformante o como un tamiz cuyas mallas cambiarían de un punto al otro. Refieriendose también a las empresas como sistemas de encierro; en las que cada salario incluye incentivos mediante concursos y premios extremadamente cómicos; el disfraz que presentan las grandes empresas mediante concursos, a partir de estrategias de “juego” e incentivos para controlar, consisten en una forma de control para “encarcelar” al empleado.

Mientras tanto Deleuze hace un análisis de las sociedades disciplinarias en las que el enfoque consiste en una forma de clasificación numérica, matriculada y consignada para crear la posición en una masa, el poder es al mismo tiempo masificador e individual, en cambio en las sociedades de control lo esencial es la cifra o contraseña, éstas últimas marcan el acceso o rechazo a la información. Las sociedades de control reemplazan las disciplinarias que se regían en lugares cerrados, por los lugares “abiertos”.

«La firma, que indica el individuo, y el número de matrícula, que indica su posición en una masa. Las disciplinas nunca vieron incompatibilidad entre ambos, y porque el poder es al mismo tiempo masificador e individualizador, es decir que constituye en cuerpo a aquellos sobre los que se ejerce, y moldea la individualidad de cada miembro del cuerpo […]. En las sociedades de control, por el contrario, lo esencial no es ya una firma ni un número, sino una cifra: la cifra es una contraseña)». (Deleuze, 1996, p. 151)

También Deleuze compara a estas sociedades con las viejas sociedades de soberanía que eran las que  manejaban las máquinas simples como, palancas, poleas y relojes; mientras que  las sociedades disciplinarias se equipaban con máquinas energéticas, y por otra parte las sociedades de control con máquinas de tercer tipo; máquinas informáticas y ordenadores cuyo peligro pasivo es el ruido y el activo la piratería o la introducción de virus, controladas por contraseñas.

«Es una evolución tecnológica pero, más profundamente aún, una mutación del capitalismo. [..] Es un capitalismo de superproducción. Ya no compra materias primas y vende productos terminados: compra productos terminados o monta piezas. Lo que quiere vender son servicios, y lo que quiere comprar son acciones«. (Deleuze, 1996, p. 153)

Las sociedades de control a las que se refiere Deleuze son similares a las que operan en el territorio del arte, las cuales abandonan los museos, las materias primas, los productos terminados como cuadros y esculturas tradicionales, por los virus, la piratería y las intervenciones efímeras en espacios públicos. Estas producciones hacen referencia a la venta de servicios de las sociedades de control y al control en espacios abiertos, adquiriendo sus ganancias de forma similar; por ejemplo, comprando acciones, como lo hacen los artistas Gazira Babeli y Etoy.CORPORATION para capitalizarse. Los grandes flujos de capital que el arte genera se ven reflejados por el movimiento capitalista, evidentemente el arte tuvo que adaptarse para sobrevivir en el medio en el que se mueve el capital, y que controla  mediante una moneda volátil, flotante, que invierte en la bolsa. Sin embargo, existen artistas que contraatacan los sistemas del capital y del control, como son las artistas Teresa y Eva Matters que introducen virus como Bienale.py a los espacios privados por medio de la web, husmeando y “regalando o donando” su trabajo a los usuarios, transgrediendo los sistemas del capital en el que “das y obtienes capital a cambio. El arte tendrá que arreglarselas para entrar o resistirse a estas lógicas virtuales.

Deleuze comenta que  las  sociedades de control empiezan por una crisis en las instituciones de encierro; escuelas sin exámenes, evaluación continua, hospitales sin médicos ni enfermos. En las sociedades de soberanía, se manejaban máquinas simples y eran regidas por un capataz o la presencia de un individuo con el poder de controlar a la masa, también operaban en el arte clásico, como en las obras con bastidor, esculturas con metales y mármoles -pintadas y esculpidas con herramientas simples-, además se contaba con la presencia del artista y su firma, para tener control y registro de la obra, así como lo hacia el capataz sobre sus esclavos, aquí lo hacia el pintor sobre sus obras y su público. Mientras tanto en las sociedades de control que operan en el arte, son obras que ocultan al artista como sucede en el arte interactivo, ya que la experiencia es construida por el objeto que manipula al sujeto, y el usuario con sus acciones completa la obra, de esta manera el artista se desprende de la obra como sujeto “creador y hegemónico” y de la misma manera en que ocurre en las sociedades de control, el control es realizado ya no por los individuos sino por los objetos: como las cámaras de vigilancia, edificios, credenciales, archivos, matriculas, contraseñas, la red, etc.

El capitalismo ha ocasionado que las empresas e instituciones no tengan un único dueño, sino grupos de accionistas dueños de todo y de nada al mismo tiempo, ya que el capital de la empresa se encuentra virtualmente invertido en la bolsa de valores. De manera similar funcionan también los colectivos, los happenings, el arte interactivo, ya que en los lugares públicos la gente forma parte de la obra y desaparece al poco tiempo.  Aquí el  público no se entiende como el creador, ni como el artista, ni como el dueño de la obra, simplemente participa y todo queda volátil como en la bolsa de valores. De esta manera el artista que ha creado la obra queda anónimo -en algunos casos- y deja de ser la figura principal, el público o el visitante de la obra queda asociado a lo obra y este enlace lo convierte en el accionista que invirtió tiempo para la creación o activación de la obra.

Ya no es un capitalismo para la producción, sino para el producto, es decir para la venta y para el mercado. Así, es esencialmente dispersivo, y la fábrica ha cedido su lugar a la empresa. La familia, la escuela, el ejército, la fábrica ya no son lugares analógicos distintos que convergen hacia un propietario, Estado o potencia privada, sino las figuras cifradas, deformables y transformables, de una misma empresa que sólo tiene administradores. Incluso el arte ha abandonado los lugares cerrados para entrar en los circuitos abiertos de la banca. (Deleuze, 1996, p. 153)

El net.art, software art, hacktivismo y el arte interactivo, se abren al mundo, ya no sólo como lo hacía el performance; en que la obra se abría a espacios públicos, fuera del museo, sino como lo hace el arte digital corriendo a la velocidad de la luz, por la web y entrando por la pantalla de los monitores; a las casas, plazas y al ciberespacio.

Finalmente controlar es una necesidad cultural según el cuadro de “Necesidades biológicas y derivadas de su satisfacción en la cultura” de Malinowski. Aquí menciona cómo una de esas necesidades es la de “estatutos de conducta y sanciones” y cómo la manera para lograr satisfacer esta necesidad se da mediante el control social. (Malinowski en: Bohannan y Glazer, 1988, p. 286) En otras palabras, una de las necesidades culturales es el control social que permite establecer estatutos y normas de conducta, que siempre han existido en las formaciones culturales y sociales. El castigo es uno de los métodos utilizados para controlar a la sociedad y se utiliza para que los delincuentes enmienden su deuda; deuda que para Foucault es un pago de tiempo como castigo dependiendo el acto cometido. En este punto se observa cómo se vincula esta noción de castigo y tiempo como forma de pago.

«La prisión es «natural», como es «natural» en nuestra sociedad el uso del tiempo para medir los intercambios. (Foucault, 2002, p. 139)

Lo que sí queda claro es que el precio que estamos pagando al estar confinados ha sido demasiado alto, intercambiando la realidad por la virtualidad.

Un comentario en “La mirada; deseo de mirar y ser mirado en las sociedades de control

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